domingo, 10 de abril de 2011

La profesionalidad y el entorno

¿Hasta que punto el entorno profesional puede afectar a los resultados de un profesional? ¿Puede una persona con talento verse afectada por dicho entorno hasta el punto de no parecer tenerlo? ¿Cuál es la actitud que debe adoptar un profesional para enfrentarse a un entorno no acorde a sus expectativas?

En muchas ocasiones profesionales con talento se encuentran  en entornos “injustos” que o bien no les permiten desarrollarse de acuerdo a su potencial, no ajustandose a sus expectivas  o bien les exige sin compensación ni consideraciones asociadas.

En ambas situaciones, el profesional se encuentra en la disyuntiva de aceptar el entorno con las implicaciones que ello conlleva (falta de motivación al no estar de acorde a tus valores y expectativas) o enfrentarse al mismo y solicitar un trato acorde a sus expectativas  y una consideración por el compromiso y la implicación hacia la Empresa.

No debemos olvidar que en los últimos años está cambiando la visión del trabajador tradicional (leal a la organización, que busca estabilidad, con un nivel medio de confianza, con un enfoque de salario y posición, con miedo al cambio) hacia un profesional con talento (lealtad a sí mismo, a su equipo y sus proyectos, pasión por la acción y el cambio, con alto nivel de confianza, con un enfoque de crecimiento personal, oportunidad y dinero, y que se siente cómodo con el cambio).

La disyuntiva anterior, es cada día más habitual ante la nueva visión que van adoptando los profesionales hacia el trabajo. La reflexión que me gustaría lanzar es: ¿Qué debería hacer un profesional con talento ante dichas situaciones? ¿Debe simplemente aceptar el entorno? ¿Debe mostrar sus valores y su visión de lo que es para él el trabajo, algo que le motiva y le gusta realizar?

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domingo, 3 de abril de 2011

Las curiosidades de la motivación

Estoy leyendo el famoso libro de Daniel Pink titulado “La sorprendente verdad sobre lo qué nos motiva”, que habla sobre la teoría de la motivación y menciona cómo las fuentes de motivación externa (como el dinero) pueden afectar a la ilusión y a la pérdida de identificación con el proyecto.

En 1969, Edward Deci realizó un experimento basado en un rompecabezas para estudiar cómo diferentes grupos de estudiantes se comportaban ante el reto de resolverlo en diferentes condiciones.

Para el estudio, Deci dividió a los participantes – hombres y mujeres estudiantes universitarios – en un grupo experimental (llamemósle “grupo A”) y un grupo de control (“grupo B”). Cada uno participó en tres sesiones de una hora llevadas a cabo en días consecutivos.

Las sesiones funcionaban de la siguiente manera: cada participante entraba en una sala y se sentaba a una mesa sobre la cual estaba el rompencabezas, dibujos con posibles soluciones, y ejemplares de revistas (Time, New Yorker, Playboy). Deci se sentaba en la otra punta de la mesa para explicar las instrucciones y contralar el resultado con un cronómetro.

En la primera sesión, miembros de ambos grupos tenía que solucionar el rompecabezas para copiar las configuraciones que tenían delante. En la segunda sesión, hacían los mismo pero esta vez, a los del Grupo A se les indicaba que cobraría un dólar por cada configuración que lograran copiar. El grupo B, por el contrario, no recibía ninguna paga en esta sesión. Finalmente, en la tercera sesión, ambos grupos debían volver a recibir el rompecabezas pero nuevamente sin obtener compensación.

El truco estaba en la mitad de cada sesión. Después de que un participante hubiera resulto el rompecabezas, Deci detenía un momento el proceso argumentando que tenía que salir un momento para incluir los datos en el ordenador antes de proseguir. Al salir, les decía: “Solo salgo unos mientras tanto podéis hacer lo que queráis”.

Deci, se pasaba a una sala contigua donde podía observar a los participantes sin ser visto. ¿Seguían manipulando el rompecabezas, o hacían alguna otra cosa, como hojear las revistas?

En la primera sesión, lógicamente no hubo diferencia entre lo que hicieron los participantes de grupo A y B. Todos siguieron jugando de media tres a cuatro minutos. El segundo día, durante el cual los participantes del grupo A recibían dinero y los del grupo B no, este último se comportó sin diferencia. No obstante, el grupo A, se interesó muchísimo. Pasaron más de 5 minutos jugando.

Lo revelador fue lo que sucedió al tercer día en el cuál los dos grupo volvían a no cobrar nada por resolver los rompecabezas. En esta sesión, durante el tiempo de observación, el grupo B, a los que nunca había pagado, jugaron con el puzle un poco más de tiempo que en las anteriores sesiones. Por el contrario, el grupo A, a los que había remunerado, pasaron un tiempo significativamente menor: no sólo unos dos minutos menos que durante la sesión pagada, sino un minuto menos que en la primera sesión.

El experimento, descubrió que cuando se emplea el dinero como recompensa externa de alguna actividad, el sujeto pierde el interés intrínseco en la actividad y, por tanto, la falta de motivación.”.

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