Imaginaos en la Sabana viendo pastar a una grupo de cebras, tranquilas y relajadas, disfrutando del momento. ¿Os sorprenderíais si os contase que 5 minutos antes, dicho grupo fue atacado por una manada de leones y el resultado fueron un par de cebras muertas?
Las cebras no disponen de un cerebro tan desarrollado con el del ser humano y carecen de cortex cerebral, parte que nos permite ser racionales. Dicha parte del cerebro se encarga, entre otros aspectos, de almacenar las experiencias pasadas y utilizarlas para evaluar correctamente situaciones momentáneas.
Si la experiencia de la cebra fuese vivida por un ser humano, no volvería a estar tranquilamente pastando nunca más. El disponer de cerebro cortex nos ha permitido, obviamente, desarrollarnos frente a otras especies al poder analizar situaciones de riesgo en base a datos originados en situaciones pasadas. No obstante, también nos ha generado una serie de preocupaciones (estrés) continuas y, en muchas ocasiones, ficticias (que haya ocurrido algo en el pasado no significa que vuelva a ocurrir).
Sorprendentemente la mente es capaz de pasar al consciente sólo la información que considera relevante, basada como hemos comentado en todas nuestras experiencias anteriores. Teniendo en cuenta que la genética está orientada a nuestra supervivencia y a nuestra mejora como especie, la mente selecciona, en muchas ocasiones, pensamientos negativos que nos pongan en alerta. De lo anterior se desprende que la experiencia nos condiciona, que vivimos anclados en el pasado, reviviéndolo una y otra vez.
Un ejemplo claro de lo anterior son los niños. Los niños aún no disponen de tantas experiencias como un adulto lo cual les permite ser más espontáneos, asumir más riesgos, no tener miedo al fracaso, ser más entusiastas.
Si a un niño le propones ir el fin de semana a la playa ya que va a hacer muy buen tiempo. Seguramente esté toda la semana eufórico pensando en el momento. El adulto, por el contrario, es probable que recuerde alguna mala experiencia (lluvia, coche estropeado, malestar) pasada que le impida disfrutar tanto con el niño.
¿Cómo podríamos volver a ser niños? ¿Cómo podríamos desaprender todo lo que hemos aprendido?
Nuestra mente es selectiva y estamos condicionados por ella. Cada uno de nosotros ve aquello que quiere ver. Por tanto, podemos cambiar nuestra visión hacia un punto más positivo, olvidarnos del pasado y de las experiencias y centrarnos en vivir la actual tal y cual nos gustaría sin ninguna manipulación por nuestra parte.