domingo, 3 de octubre de 2010

Seguir soñando imposibles

Las especies utilizan una sencilla fórmula para sobrevivir: vivir el tiempo necesario para asegurarse la descendencia. Toda la energía se dedica a esta tarea, siendo más importante la supervivencia de la especie que la del propio individuo.

Sin embargo el ser humano ha tenido en los últimos 100 años un profundo cambio, pasando de una esperanza de vida en España, (1900), de 35 años, a casi 83 años en la actualidad. Y continúa creciendo. Con ello se han dado dos nuevas situaciones:
  • Como especie: aumento espectacular de la población, por lo que se plantean serios problemas de supervivencia al planeta
  • Como individuos: 40 ó 50 años adicionales de vida no productivos desde un punto de vista de especie y donde la búsqueda del placer no basta para ser felices. Debemos pasar de “sobrevivir” a “vivir”, necesitamos un sentido de vida.
Así nos encontramos ante una nueva encrucijada en la que la genética no tiene soluciones pre-establecidas en la fijación de objetivos que nos permitan encontrar nuevos retos y un por qué a nuestra existencia.

Por eso el tema más estudiado en la actualidad es la “búsqueda de la felicidad de los individuos”, que permita reducir el número de depresiones, ansiedades, etc. , causantes del mayor número de enfermedades y que suponen un enorme coste laboral para las empresas.  Fruto de ello es la aseveración de que cerca del 80% de todos nuestros logros dependen de nuestras actitudes.

Si aplicamos todo esto al campo laboral, las investigaciones más recientes apuntan que la calidad en el desempeño profesional, depende esencialmente de la calidad personal que aporta la persona, ya que no puede esperarse un comportamiento positivo, proactivo y eficiente de quien es incapaz de tener esa actitud en sus propias decisiones personales. Se estima que las personas optimistas y felices rinden entre el 65 y el 100% más que las personas no optimistas. 

Nuestro pasado cavernícola nos hace sentir miedo, -sin duda el mayor causante de la infelicidad-, lo que hace que no variemos nuestras costumbres, (miedo al cambio); no intentemos luchar por alcanzar alguno de nuestros sueños, (miedo al fracaso); comamos más de lo necesario y tengamos la necesidad de acumular para el futuro, (miedo a la supervivencia); hagamos lo que les gusta a los demás, aunque a nosotros nos desagrade, para no defraudarlos, (miedo al rechazo), etc. Y con miedo no se puede lograr todo aquello de lo que seríamos capaces. Es absolutamente imposible lograr la felicidad si se siente miedo.

Millones de años de evolución nos han conformado una estructura craneal en tres cerebros con funciones diferentes: el reptiliano, cuya misión es aumentar la esperanza de vida y que se expresa a través del cuerpo, (este cerebro prefiere una enfermedad grave a un stress que no puede controlar); el límbico que rige nuestras emociones y que filtra la información que llega a nuestro tercer cerebro: el racional.

Esto hace que en el futuro tengamos el reto de llenar de contenido nuestra vida y de buscar el equilibrio entre cuatro cuadrantes: el físico, (con los años la genética nos abandona); el intelectual con una pérdida constante de neuronas; el emocional con la pérdida de seres queridos, grandes cambios en  nuestra vida y la necesidad de controlar nuestras emociones y el  cuadrante espiritual por el que el ser humano siempre se ha preguntado.

Es importante resaltar que poca gente fracasa en la vida por causas técnicas y si por causas emocionales, (tristeza, desinterés, falta de autoestima, pérdida de seres queridos, problemas de pareja, etc.). Se nos ha entrenado para resolver problemas técnicos, pero no sabemos como convivir con las situaciones emocionales que nos desconciertan.

Por eso en los próximos años el reto es “vivir con ilusión y pasión y no sólo sobrevivir” como hasta hace poco vivía nuestra especie. Un gran médico definía la felicidad como una mala memoria y una buena salud

Quizá el problema sea “desaprender y no aprender”. Debemos hacer lo imposible en nuestra aventura por conquistar una vida apasionante y seguir soñando imposibles.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La actitud positiva frente a las crisis

Los momentos de crisis no son ajenos a ninguno de nosotros. De hecho es algo normal que se den en nuestras vidas. Dichas situaciones se caracterizan por ser cambios inesperados, traumáticos en muchas ocasiones, y suelen llegar a paralizar tu vida al instante y hacerte reflexionar sobre tus prioridades, sobre tu situación actual, los pasos que has dado hasta llegar ahí y lo que podrías cambiar para que no volviese a suceder. Las mismas ponen a prueba a los gobiernos, las economías, las personas puesto que requieren de un cambio, generalmente de actitud, para superarlas. Surge la siguiente reflexión ¿Puede la actitud positiva ayudar a superar la crisis?

Durante esos periodos de crisis se comienza a buscar las fortalezas de uno y lo imprescindible para poder superar el momento de incertidumbre. La fuerza de voluntad, paciencia, resistencia y, por supuesto, la actitud positiva, son valores fundamentales para enfrentarte a ese reto, y salir victorioso del mismo. “Donde hay optimismo no hay desaliento. Donde hay visión de triunfo no hay derrotas; y donde hay voluntad y fe en lo propuesto, no hay imposibles para la victoria.”

Es interesante recordar que en el lenguaje chino se utiliza el mismo ideograma para representar tanto el concepto de crisis como el de oportunidad, lo que conlleva a pensar que en toda crisis hay una oportunidad.

En dichas situaciones es preciso saber adaptarse y aprender a identificar cuáles son las oportunidades que se tienen en la mano para proceder proactivamente; poder sobrellevar y sobrepasar esta situación. La diferencia radica en nuestra actitud y en la manera que tenemos de afrontar los cambios.

Por tanto, respondiendo a la pregunta anterior, la actitud positiva, al igual que el resto de valores mencionados, nos ayudarán a superar cualquier crisis. Puesto que somos responsables de nuestra actitud, de nuestra forma de actuar y sentir, está en nuestra mano el superar dicha crisis.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El juego interior

¿Os habéis preguntado en alguna ocasión (deportes, trabajo, estudios) por qué no rendís al máximo o porqué no conseguís los resultados deseados después de haber preparado de forma exhaustiva una lección o un ejercicio? Lamentablemente, es muy normal que seamos nosotros mismos los que nos pongamos nuestras propias limitaciones.
 
Se podría decir que, en cualquier actividad que realizamos participan dos actores, llamémosles “el narrador” y “el ejecutor”. El primero, se encarga de describir y valorar las acciones, añadiendo cualidades positivas o negativas a las mismas. El segundo, se encarga simplemente de actuar. Los juicios que realiza el primero, bien sean negativos o positivos, afectan al segundo, a su desarrollo y su ejecución natural de la acción.
 
Los juicios negativos predisponen y tienden a convertirse en realidad, convirtiéndose de forma inconsciente en expectativas incrustadas en la persona e incluso en convicciones definitivas sobre la misma. Se trata de una especie de “proceso hipnótico”.
 
Los juicios positivos, lo contrario de lo que podría parecer, pueden resultar ser juicios negativos “camuflados” (por ejemplo, “que bien lo estás haciendo” significaría “ahora no te puedes permitir fallar”) generando exigencias (buscando aprobaciones, eludiendo desaprobaciones) que acaban generando tensión, distracción y pérdida de control de la acción.
 
Por tanto, para realizar la acción de la forma más perfecta, teniendo en cuenta que toda acción forma parte de un proceso natural de desarrollo, es necesario abandonar el hábito de corregir los defectos y simplemente actuar sin juzgar. Una mente libre de juicios, una mente en calma y en silencio, centrada en el aquí y ahora, formando una perfecta unidad entre la acción ejecutada y su ejecutor.

El máximo rendimiento requiere una desaceleración mental, es decir, menos pensamientos, menos cálculos, menos juicios, menos preocupaciones, menos miedos, menos expectativas, menos intentos por esforzarse, menos lamentaciones, menos controles, menos nervios, menos distracciones.

Seguramente en algunos momentos en los que realizabais alguna actividad habéis sentido  momentos placenteros, en los que se siente que se rinde al 100%, libre de bloqueos, inhibiciones, duda, controles, recelos, libre de deseos, ambiciones y exigencias. Es en esos momentos cuando la acción se está ejecutando tal cual es.
 
Debemos, por tanto, desarrollar la conciencia libre de juicio. Cuando consigamos desaprender nuestra tendencia a juzgar, descubriremos, generalmente con cierta sorpresa, que los resultados son mejores y se disfruta más del proceso de alcanzarlos.
 
 “El hombre es un animal pensante pero sus grandes obras han sido realizadas cuando él no estaba calculando ni pensando. Hay que recuperar una cierta inocencia infantil”