Este fin de semana he tenido la gran suerte de acudir a una orquesta sinfónica en el Auditorio Nacional dirigida por Andris Nelsons donde se interpretó Shostakovich (concierto para violonchelo) y Dvorak (sinfonía “del nuevo mundo”).
Tuve la suerte de poder observar el concierto de cara al Director. Es impresionante observar con la pasión y el entusiasmo con el que interpreta y dirige a cada uno de los instrumentos. Me llama la atención como después de cada obra, en el momento de dar los agradecimientos, el Director siempre tiene un gesto para cada uno de los miembros, primero los que han realizado un mayor esfuerzo o dedicación (solistas, mayor complejidad de la pieza para un tipo de instrumento) y luego al resto de la orquesta.
Cualquiera que acude a un acontecimiento tan extraordinario, se asombra de la sorprendente sincronización y trabajo en equipo de la orquesta. Grupos de los más talentosos y mejores músicos, que tienen la gran cualidad de respetar a los demás intérpretes, poder trabajar en conjunto y no buscar el lucimiento personal, sino hacer lo que corresponde a cada uno en aras de la consecución del beneficio colectivo.
Lo que, a priori, puede que sorprenda es lo que nos contó un amigo cuyo padre ha estado trabajando como Gerente de la Orquesta Nacional durante muchos años. Obviamente, la relación que hay entre los músicos no es perfecta. Existen rivalidades entre instrumentos, existe competencia entre tipologías de un mismo instrumento, y hay personas muy diferentes entre sí que hace que existan roces diarios fuera de la orquesta.
Pero, ¿Qué sucede durante la interpretación de la obra?
En ese momento, existe una alineación absoluta hacia un mismo objetivo. La pasión hacia la música les une, pasan a focalizarse en la interpretación de la pieza con el mayor rigor y con la mayor majestuosidad posible, liderados por el Director. En ese momento, cada uno de ellos deja las diferencias a un lado y es consciente que no actúa sólo sino que es parte de un engranaje que nos permite a nosotros disfrutar de la pieza.
Aunque como cada uno de nosotros los músicos no son perfectos, debemos aprender mucho de ellos, de cómo dejan a un lado sus diferencias para trabajar en equipo, de cómo asume cada uno su papel, siendo conscientes de que el mismo es tan importante para que la obra sea un éxito como el del resto.
Debemos aprender del Director de Orquesta, de la pasión que transmite a los miembros de su equipo, de cómo les dirige con entusiasmo y energía, de cómo les agradece el esfuerzo realizado y logra unirles en la interpretación de la obra.
Permitirme terminar recomendando un par de películas relacionadas con este tema y dónde pueden percibirse estas cualidades y actitudes. Confío en que os gusten: El concierto y Cita con Venus.
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Gracias por las recomendaciones Álvaro -las veré en cuanto pueda- y enhorabuena por el post.
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